Me refiero, claro, a las tablas de multiplicar. Pero vamos a poner las cosas en su contexto. Érase un colegio público que se había convertido en un referente en la enseñanza de las matemáticas. Sus alumnos y alumnas mostraban, en cientos de vídeos, unas habilidades matemáticas que sorprendían. Un día vino a visitarlo un profesor de la Universidad de "La Sapienza", de Roma. Entramos en la clase de 3º y yo, que lo acampañaba, pensé en poner a prueba a los alumnos proponiéndoles, para mostrar lo bien que multiplicaban, que pusieran de manifiesto ante el profesor su conocimiento de la multiplicación respondiendo a las preguntas sobre la tabla del... 63. No sé si se quedaron más estupefactos los alumnos o el profesor italiano. Les dije a los niños que ellos sabían mucho más de lo que se creían, y que lo íbamos a comprobar enseguida. Les puse unos ejemplos y comenzamos.
Nótese cómo, conforme responden a los primeros casos, aumenta la velocidad de respuesta. La mayoría de estos alumnos tenían entonces 8 años. Se pregunta toda la tabla, desde 63 x 1 hasta 63 x 15, y con variantes complejas, pues el multiplicador pueden ser decenas, décimas, centésimas, etc. No solo saben resolver esa tarea, sino que explican muy bien como lo han hecho, descartando así que hayan acertado por azar.
Asombro total del visitante. Si no lo hubiera visto no lo hubiera creído, confiesa.
Dos años más adelante se jubila la maestra que tan bien ha llevado a los niños (y a otros grupos). El colegio público decidió terminar con ese método extraño que los confundía. El maestro que cogió a este mismo grupo se puso como propósito que, por lo menos, llevaran al Instituto un conocimiento de la multiplicación y la división...
El colegio volvió a lo de antes. Ya nunca más aparecerán sus alumnos en vídeos que muestren lo lejos que pueden llegar los niños bien enseñados. Será cada vez más un referente antiguo y borroso. A cambio, sus docentes se han librado de la pesadilla de tener que preparar algo nuevo y de salirse de los caminos trillados. Se cambia el prestigio y el alto nivel de desarrollo matemático por la comodidad. Eso sí, todo ello por el esplendor y la función irreemplazable de la escuela pública.
Poco que decir, más que nada se entiende de abandonar algo que da lo mejor al alumnado. Esperemos que a la larga se den cuenta del error y vuelvan al método ABN por el bien de sus alumnos/as.
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