lunes, 20 de mayo de 2013
Cálculo ABN, Pruebas de Diagnóstico y Escala.
Con
más o menos incidencias se han aplicado en Primaria las Pruebas de Diagnóstico
en 4º y las llamadas Escala en 2º. En principio, los niños ABN no tienen ningún
tipo de problema en la cumplimentación de las pruebas. De hecho, su dominio de
la materia está muy por encima de lo que les exigen. Es más, pese a que
normalmente nuestros alumnos obtienen una puntuación superior a la que sacan
los que no son ABN, no destacamos ese logro porque entendemos que el reactivo
es muy malo y casi no mide nada. Alguna de las preguntas de la prueba de
Matemáticas de 4º la puede contestar un niño de teta. Desde luego, lo que de
ningún modo mide son las destrezas específicas que desarrolla el cálculo ABN y
que no poseen los que no trabajan este método. Por ello, el asunto no tenía mayor trascendencia y ni siquiera nos preocupábamos en exceso por los
resultados.
Pero
héteme aquí que comienzan a surgir problemas en los colegios en la corrección
de las respuestas de los niños. El mismo José Miguel de la Rosa, en este blog y
en “Actiludis”, ha planteado el problema y yo le he dado mi opinión: las pautas
de corrección de la AGAEVE no están pensadas para el cálculo ABN y, por tanto,
no se deben aplicar. Este criterio ha salvado de las rebajas de las notas y de
los recortes de las calificaciones a muchos niños ABN. Pero solventado este
problema, surge otro. ¿Qué ocurre cuando la corrección la efectúan docentes que
no saben ABN y no dan clase a esos niños? En muchos casos, nada. El sentido
común se impone y dan por correctas las respuestas correctas y por incorrectas
las que no lo son. Pero esto no ocurre siempre.
Se dan casos en los que docentes
que al corregir a niños y niñas
ABN les aplican, como si fuera una ordenanza militar en tiempos de guerra, las
instrucciones de corrección de la AGAEVE. Y como la forma de trabajar y de
realizar los cálculos y los problemas es diferente, les bajan la nota y
obtienen una puntuación directa muy inferior a lo que merecen. Esa aplicación
estricta la realizan con independencia de que el niño haya contestado bien.
Incluso puede haber contestado excelentemente.
Resulta
que nuestros niños tienen un nivel de cálculo y de resolución de problemas muy
elevado para su edad. Y entonces, como las preguntas de las pruebas son muy
fáciles, ponen los resultados directamente, lo cual
aplicando estrictamente las normas de corrección por no expresar la operación...
¡fuera!, por no expresan los datos del problema... ¡fuera!, por no dar la
solución con una frase completa de al menos quince palabras... ¡fuera!. El resultado
1 sólo punto, a pesar de dar el resultado correctamente. Sin embargo el otro
extremo, si se equivoca en el resultado pero ha expresado los datos del
problema, ha puesto la operación y de qué era el resultado, logra alcanzar
equivocándose más puntuación. ¡El mundo al revés!.
El
maestro o la maestra correctora que obra así no se da cuenta de algo muy
elemental: las instrucciones están hechas para los niños que trabajan el
cálculo tradicional, no para los que hacen ABN. En lugar
de preguntar y acordar con sus tutores qué criterios alternativos se pueden
utilizar (el primero de todos debe ser si contesta bien), decide aplicar lo que
no está hecho para ellos. Pero si obra así actúa de forma lesiva para los alumnos
y para el propio centro. Desde luego eso no sería compañerismo ni compromiso
con los niños y con el centro. Más bien se cambia el espíritu de la prueba. En lugar de comprobar si el alumno es
competente en los ámbitos en que se evalúa, se mide la fidelidad con la que ha
seguido unas instrucciones de corrección que, naturalmente, el chico o chica
desconoce por completo. Se desnaturalizan los resultados, pues alumnos con
rendimiento muy inferior quedan por encima de los que han contestado bien.
Confiamos
en la sensatez de la gente y de sus superiores, si es que ésta falta. Y si se
empeñan en hacer las cosas mal, tampoco tenemos que dramatizar. Las pruebas son
muy malas. Su contenido se ha revelado antes de la realización del examen, con
lo que han perdido toda su fiabilidad. ¿Qué ahora resulta que, según algunos
correctores, los alumnos ABN están muy mal? ¡Qué le vamos a hacer! Hay que
tener paciencia y arreglar lo que se pueda. Sé que da mucho coraje que los
resultados se desvirtúen de manera artificial. Es como un mal árbitro, que
anula los goles legales y concede los ilegales y pita penaltis que no lo son.
Sé que se enrabieta uno y una cuando no puedes hacer nada ante tal forma de
obrar. Pero hay que tener altura de miras y saber distinguir lo accesorio de lo
importante. Lo importante es lo que nuestros alumnos saben y cómo lo saben. Eso
no disminuye por el hecho de que un ajeno, que ni siquiera entiende la forma de
trabajar de los niños, le ponga la peor nota posible derivada de la consideración
más estrecha de unas malas instrucciones
concebidas para que, aunque el niño no sepa nada, obtenga una calificación
aceptable. Es un picotazo de mosquito, pequeños pellizcos de monja que hay que
pagar como peaje. Cuando pase el tiempo y se imponga la cordura y el ABN esté
generalizado, nos acordaremos de estos episodios como anécdotas, divertidas o
amargas, propias de seres humanos que entonces no actuaron muy sobrados de
grandeza.
Publicado por
Jaime Martínez Montero
en
22:53
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