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viernes, 25 de enero de 2013

Las operaciones y las palabras.


            En una clase de 2º les puse a los alumnos algunos problemas de sumar y restar. Como es habitual, los más fáciles los hicieron bien y los más difíciles no los supieron resolver. La maestra quedó algo decepcionada y le expliqué que no tenía por qué, que los niños habían contestado muy bien. Para explicar mi anterior afirmación le puse el ejemplo de las palabras.
            Tomemos la palabra “pluma”. Según el diccionario de la RAE, cuenta con 18 acepciones. Si tomamos las cinco más frecuentes, veremos que el niño o la niña (de siete o de diez años, da igual) apenas si conoce dos. Sin embargo, esta situación no se nos plantearía como un problema de aprendizaje o un indicador de lo poco que sabe el alumno. A lo largo de su escolaridad y de su vida irá ampliando el caudal de acepciones. Lo importante es que tenga el sentido de la palabra que necesita para las situaciones experienciales que ha de vivir.
            Lo mismo ocurre con los problemas. Tomemos la operación de restar. Ella tiene 13 acepciones o tipos de problemas diferentes. Los alumnos de Segundo identificaban y conceptualizaban correctamente algunos, particularmente los que tenían que ver con las experiencias numéricas que desarrollaban. Tarea de la escuela es que conforme van avanzando los niños, se le vayan presentando situaciones nuevas que les lleven a tener experiencias que les permitan descubrir y aprender los problemas o acepciones que le faltan.
            El mensaje final es claro. Lo que nos debe preocupar no es que los niños no sepan la resolución de tipos de problemas difíciles o poco habituales, sino que no sepan resolver los que sí representan para ellos situaciones habituales. De la misma manera que no nos debe preocupar que no sepa que el mástil de una grúa se llama pluma, pero que sí sepa que los elementos que constituyen el vestido de las aves se llama pluma.        

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